Y sin embargo, se mueve…nueva obra de la Colmenita.

Una puesta a creer en los sueños y a defender la verdad por encima de cualquier obstáculo constituye Y sin embago se mueve,obra de la compañia infantil de teatro La Colmenita.

Lapatún llega tarde al examen. Como quien no quiere asistir al regaño que de seguro vendrá camina con temor, despacio. Al final cualquier excusa que diga será poco creíble, porque la maestra está harta de justificaciones inverosímiles. Esta vez echa culpas al platillo volador que retrasó su mañana. Y como caja de Pandora, abierta irremediablemente, se desata el vendaval de emociones que es la obra Y sin embargo se mueve (Eppur si muove).

Fotos: Estudios Revolución
“¡Esta es una gran obra educativa!”, consideró el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.

Entonces el pequeño será víctima de las burlas, de la punzada hiriente de las dudas, de la manipulación oportunista porque su verdad parece rara, se sale de la norma, asusta a quienes les es difícil soñar, a aquellos que encuentran en la unanimidad el lago de aguas tranquilas donde bracea la vida sin sobresaltos. Pero una pregunta de Shafín (Liliana Sosa), la pequeña que confía en Lapatún (Federico Burgos) y sale a demostrarlo aunque ello le cueste también el descrédito, nos pone a pensar, a cuestionarnos la existencia sin ilusiones.

Sentados en círculos con Tin a la vanguardia, los colmeneros confiesan como Secreto de Pandilla el bien que cualquiera de ellos ha hecho recientemente para contagiar a todos con las buenas esencias.

Escudriña Shafín: «¿qué clase de personas somos que no creemos en nada? No creemos en quien dibujó las líneas de Nazca, en quien puso los monumentos en la Isla de Pascua ¿Por qué el escaramujo es de la rosa y el mar? ¿Por qué todo lo podemos esclarecer? ¿Cómo vivimos entonces? ¿Acaso esto es vida?». Y uno aterriza en las veces que a nombre de una «verdad única» se lastran las iniciativas, se cuelan los dogmatismos…

Así se nos va adentrando esta pieza original del dramaturgo ruso Alexander Jmélik llevada a escena por el grupo infantil de teatro La Colmenita, dirigido por Carlos Alberto Cremata o Tin, como le dicen todos quizás porque el amor inmenso cabe en una sílaba.

Esta, definitivamente, no es una obra para niños aunque sean ellos quienes estremecen con sus actuaciones, también con esa manía colmenera de obligarnos a revisar nuestras almas. Y sin embargo se mueve es para jóvenes y adultos, apunta Tin. «Casi todos los niños que la ven preguntan a los padres por qué lloran». El hecho de que sean precisamente los pequeños quienes llamen la atención sobre el peligro de dejar de creer es otro de los parabienes de la puesta, que entre muchas más urgencias convida a no descansar en la búsqueda de la verdad, a no renunciar aunque te conviden a hacerlo, a defender nuestros criterios a pesar de no coincidir con los de otros.

Sobre esto comentó en una ocasión Silvio Rodríguez, quien «prestó» su música para la obra, música que resulta el acople perfecto para tantas verdades por decir: «El día que la vi dije que a veces la sociedad desconfía de quienes plantean verdades como estas; y aplaudí que fueran los niños quienes ahora las dijeran, porque ¿quién puede desconfiar de un niño?»

Y fue precisamente esta la obra escogida por Cremata para presentar a la máxima dirección del país el pasado viernes 15 de marzo como parte de la reunión del Consejo de Ministros celebrada ese día.

En esa ocasión, el Presidente cubano convidó a los miembros del Consejo de Ministros y a los invitados a la citada reunión (integrantes del Consejo de Estado, del Buró Político y del Secretariado del Comité Central del Partido) a la sala teatro ubicada en la antigua capilla de la Orden Tercera del convento de San Francisco de Asís, en el centro histórico de La Habana. Entonces afirmó Raúl: «No es una simple obra de teatro, es parte de nuestra preparación política y cultural».

Tin, dos veces la máxima dirección del país ha sido el público de La Colmenita, lo fue el 29 de enero del 2011 con Abracadabra y lo vuelve a ser ahora con Y sin embargo se mueve. ¿Cómo interpretas ese hecho?

«Ante todo es una delicadeza extraordinaria para con los pioneros de Cuba. No recuerdo quién dijo que el grado de satisfacción de un país solo se podía medir por el nivel de felicidad de sus niños. Y el hecho de que la dirección de un país, invitada por su Presidente, que es un Héroe cubano, haya concluido dos veces su más importante reunión con una visita a un grupo de niñas y niños que dedican su tiempo libre a la creación artística, y además que lo haya considerado parte de su preparación política y cultural, dice mucho de la calidad de madres y padres amantísimos que son ellos de todos los niños cubanos.

«Habla de la confianza en el relevo, como reafirmación concreta de esa frase que muchas veces se irrespeta a nivel social en el mundo y que cada vez se reafirma más en Cuba y en la Revolución, de que no hay nada más importante que un niño, cuando ellos son la esperanza del mundo».

¿Por qué en esta ocasión escogieron Y sin embargo se mueve?

«Esta es nuestra obra cumbre, es de todas las que hemos hecho la que más nos llena, la que más ha despertado el sentido de utilidad de La Colmenita que para mí es lo más importante: ante todo ser útiles. Tenemos muchas obras de teatro montadas, pero ninguna nos suponía un reto tan inmenso. Ese día estábamos mitad nerviosos, mitad felices. Pero nos sentimos tan bien cuando logramos llevar nuestro mensaje. ¡Qué felicidad tan grande! Sobre todo por las frases hermosas que dijo luego a los niños».

Y es que ese viernes, al concluir la obra, Raúl subió al escenario, abrazó a los niños, les contó anécdotas, se tomó fotos con ellos, y les prometió volver porque «verlos a ustedes es una suerte». Les dejó el mejor regalo de la tarde. Les aseguró, casi a modo de promesa: «Por la felicidad de ustedes si tuviéramos que volver a empezar tengan la seguridad de que lo haríamos».

Se fue satisfecho —confesó— «pensando en ustedes, en los niños de Cuba». Y salió del teatro con la sonrisa límpida, como la de millones de pequeños en esta Isla salvadora de sueños, esta Isla que cuenta entre sus muchos tesoros con el trabajo de una compañía infantil de teatro que, como les cantara Silvio, hacen del diario vivir una fiesta misteriosa de gente volante donde el regocijo te vuelve gigante.

DESDE DENTRO DEL PANAL

Llegar hasta la Casona de La Colmenita en el Vedado capitalino, es como aterrizar en un mundo mágico, donde el jolgorio de los más chicos se entremezcla fabulosamente con la gracia de quienes tienen un poquito más de años. No importan su edad, tampoco el sexo, a simple vista es fácil descubrir que ellos se quieren sin fanfarrias ni oropeles; se quieren porque sí, porque comparten ilusiones, inspiraciones y sueños.

Allí, más que aprender sobre complejas técnicas artísticas, los niños y adolescentes juegan al teatro, pero sobre todo, aprenden a compartir valores, a hacer el bien. Da gusto verlos, sentados en círculo con Tin a la vanguardia, confesar como Secreto de Pandilla el bien que cualquiera de ellos ha hecho recientemente para contagiar a todos los colmeneros con las buenas esencias.

Alguien trajo la ropa que un amigo olvidó en el aula; otro ayudó a una desconocida a levantarse después de una caída; dos chicas devolvieron a un grupo de jóvenes una pelota; y así van tejiendo las más variadas anécdotas para todos juntos, como quería Martí, hacer algún bien, al menos una vez a la semana.

Poco a poco el «bichito» del arte involucra a padres, amigos, vecinos, artistas. Todos quieren hacer algo por la colmena: preparan el vestuario, diseñan escenarios, consiguen tablas, cartones, trozos de poliespuma; reparten la merienda o apapachan a los más chicos. Van creciendo entonces como una gran familia, a la cual muchos de los pequeños regresan convertidos luego en actores o actrices, para continuar zumbando al ritmo de las abejas, otros se resisten a «hacerse grandes» porque no quieren abandonar el panal que los ayudó a convertirse en mejores personas.

Y así también se les «arriman» seres especiales, que a través de los años se han convertido en inspiración y guía para los colmeneros. «Eusebio Leal y Silvio Rodríguez son para nosotros como Elegguás, que nos abren caminos y nos acompañan siempre. Ambos, aunque de diferentes maneras, nos encauzan y alertan, nos dan fuerzas; nos traen musas, esencias y pretextos», confiesa Carlos Alberto Cremata.

Hace un par de años, a La Colmenita llegó un grupo de abejas especiales: los teatristas argentinos Luciano Burgos y Carolina Paz junto a su pequeño Federico (que interpreta el papel de Lapatún en Y sin embargo se mueve). Supieron de ellos en Portugal, en medio de muchas dudas y personas extrañas que desconfiaban del teatro hecho por niños, pero Cremata lo rememora como un encuentro impactante.

«Fue después de una conferencia en la Embajada de Cuba en esa ciudad. Al concluir ellos se acercaron para decirnos que aprobaban completamente la idea de nuestra Compañía de hacer teatro con niños y para niños, sin el ánimo de que se convirtieran en artistas, sino de lanzarlos a jugar, lógicamente con algunas reglas y con un sentido del decoro.

«Querían conocer a Cuba. Los invitamos a ofrecer un taller de máscaras, y de paso a descubrir por sí mismos cómo se vive el día a día en La Colmenita. Y así fue. Después les propusimos que se prepararan como colmeneros y lo hicieron. Ya han creado varias Colmenitas en Argentina y una en México», explica.

Federico tiene siete años, buena parte de ellos los ha vivido en Cuba, acompañado ahora por la pequeña Eva, su hermanita, de tres. «Él es un niño especialmente dotado para el arte, muy serio, muy profundo, muy intenso a pesar de su corta edad», nos asegura Cremata. «Su familia me recuerda a la mía —confiesa—, nosotros siempre inventábamos pretextos para crear, para reír, para jugar al arte.»

Días atrás regresaron a Buenos Aires para también allí fundar y amar. Dicen que a Cuba volverán siempre, aunque al parecer de la colmena no se irán nunca, ya son parte de este enjambre que cada día crece y crece.

EL AJETREO DE LAS ABEJAS

Libando por toda Cuba andan desde hace años los integrantes de esta singular compañía infantil. Nos cuenta Tin que en casi todas las provincias del país se han creado Colmenitas y aunque cada una de ellas tiene características propias en dependencia del lugar o el apoyo que se les brinde, dice sentirse feliz por las emociones que deja en los niños esta forma de hacer teatro.

Recientemente, luego de asistir a la presentación de Y sin embargo se mueve, el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros expresó su admiración por la obra de estos pequeños, de Cremata y todos los que trabajan con él en las diferentes Colmenitas fundadas en el transcurso de 23 años. «¡Esta es una gran obra educativa!», consideró.

Explica Tin a Granma que «tienen Colmenitas en varios municipios de La Habana, entre ellos Plaza, Playa, La Habana Vieja, Boyeros, Cerro, Cotorro, Marianao, Diez de Octubre, Centro Habana; también en La Habana está «La Colmenita de los chiquirriticos»; en Santa Cruz del Norte, Mayabeque; en el municipio especial Isla de la Juventud; en Santa Clara, Villa Clara; en Cienfuegos; en Jarahueca, Sancti Spíritus; dos en Granma, una de ellas en Jiguaní; y en Moa, Holguín. Asimismo se han creado en Las Tunas, Santiago de Cuba, Guantánamo y otras».

Pero no solo en Cuba crecen los pequeños colmeneros, también en otros países han sembrado la semilla del teatro que promueven: un espacio donde la felicidad y el amor son siempre protagonistas. Y bajo estos preceptos —dice Carlos Alberto Cremata—, han nacido dos en España, una en Sevilla y una en Tenerife; en República Dominicana; en Bogotá, Colombia con 300 niños de los estratos más bajos de pobreza (cien de ellos componen una orquesta filarmónica e interpretan en vivo toda la banda sonora); y cinco en Argentina.

«Además, tenemos dos en México, una en San Luis de Potosí y otra en Chiapas», comenta, al tiempo que confiesa sentir por esta última un afecto especial, pues está integrada fundamentalmente por niños indígenas, que casi no dominan el castellano, pero que a través del proyecto han encontrado motivos para sonreír.

Una situación particular existe en Venezuela, donde se han fundado 17 Colmenitas en ocho Estados (Distrito Capital, Miranda, Nueva Esparta, Vargas, Barinas, Anzoátegui, Trujillo y Mérida). Allí —revela el director de la Compañía infantil—, se desarrolla un movimiento muy similar al nuestro. En el resto de los países las Colmenitas tienen maestros cubanos, sin embargo, en la hermana tierra bolivariana varias cuentan con maestros propios que poco a poco se han ido preparando.

Y en ese afán de no quedarse quietos, desde enero de 2012 andan entusiasmados con la gira por los barrios, siguiendo el rastro de Silvio y Virulo, quienes esparcen buen arte en los lugares más recónditos. Fue el destacado trovador quien bautizó estas giras como La Colmenita libando por los barrios e iniciaron, como él, por el poblado La Corbata, presentando una sugerente versión del espectáculo Meñique.

Después llegaron a Vista Alegre, en 10 de Octubre; al reparto Cheo Lotería, del Cotorro; Jesús María, en La Habana Vieja; el Parque Piñera, en el Cerro; y la última del año pasado fue en Ojo de Agua, en Arroyo Naranjo. Juegos, música, diversiones, esencias… los han acompañado en esta mágica travesía para la cual han contado con el apoyo de la dirección provincial de Cultura, el Proyecto Por un Mundo Mejor (PMM), directivos de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM), encargados de la producción, técnicos, ingenieros de sonido, utileros, padres, amigos, vecinos, conocidos y más.

«Eso no se va a parar nunca —considera Cremata—, porque sencillamente es lo que hemos hecho toda la vida, pero sin ponerle un nombre. Ahora los barrios reciben un espectáculo de mayor calidad y pueden disfrutar sin la necesidad de llegar hasta un gran teatro.»

Al ser interrogado sobre los proyectos pendientes, Carlos Alberto Cremata asegura que el trabajo más arduo e importante en el que están enfrascados ahora es la obra sobre la vida de Frank País García. «Eso a mí me quita el sueño, me apasiona. En Santiago lo están esperando con avidez, pero Frank es tan grande, aunque murió tan joven, y se desconoce tanto, que no queremos hacerlo superficialmente», dice.

«Cuando comenzamos a profundizar en su vida nos dimos cuenta que a pesar de su juventud, en él se aúnan increíblemente el hombre de fe y el hombre de acción. ¿Cómo transmitir todo eso? Nos fuimos para Santiago y allí hemos descubierto muchas facetas de su vida que ignorábamos.

«Es un trabajo intenso, para el cual estamos investigando muy duro. Queremos hacerles llegar a nuestros niños la historia de un héroe vivo; decirles a los adolescentes y jóvenes cubanos: Frank nació aquí y era nuestro, era igualito a ti, y con un grado de responsabilidad enorme con la Patria, a quien consideraba su novia.»

Otro de sus grandes proyectos es la creación de la Escuela de La Colmenita. «Ese es el sueño de mi vida», confiesa Tin. «Desde hace 23 años para poder ensayar los niños vienen de cualquier municipio después de las 4:30 de la tarde y luego tienen que regresar a sus casas, hacer las tareas y prepararse para la siguiente jornada de clases.»

«Al tener el colegio podremos hacer como en el resto de las escuelas de arte del país: docencia en la mañana y la actividad artística por la tarde. Hasta el momento La Colmenita ha sido un proyecto pedagógico, pero ahora vamos a tener el Panal, la verdadera Colmena. Será una institución donde la educación artística estará siempre en función de la docencia, del aprendizaje.»

Pero «este es un sueño a muchas manos», cuenta Tin, y agradece infinitamente el empeño puesto por Eusebio Leal y los «magos» de su oficina, quienes están readaptando el inmueble que se ha destinado para ello en el centro histórico de La Habana.

Muchos otros proyectos los aguardan. Mientras, continúan inventando pretextos para soñar y a través del arte, contagiar a grandes y chicos de la insaciable sed de andar siempre buscando esencias. Por eso no es de extrañar que el Presidente cubano les dijera aquella tarde de viernes que ellos estaban entre las cosas más maravillosas que había visto. Enhorabuena para estos hacedores de bien que aun en medio de malezas continúan susurrando: Y sin embargo, se mueve.

Por:YAIMA PUIG MENESES y LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ

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