La trágica desaparición del submarino ARA San Juan con 44 tripulantes a bordo el pasado 15 de noviembre en aguas del Atlántico sur plantea dos aspectos claves: uno, la búsqueda contrarreloj cuando existe la mínima posibilidad de una “supervivencia extrema” de la tripulación y saber qué es lo que verdaderamente sucedió con la nave. La otra preocupación es saber qué estaba haciendo el ARA San Juan en el sur, ya que salió desde Ushuaia para regresar a su base en Mar del Plata.
Lo que nadie sabía, salvo algunos expertos que se dedican al tema militarización y siguen el derrotero de las maniobras de la potencia hegemónica y sus aliados en la región, entre los que se encuentra Israel (siempre el convidado de piedra que nadie menciona), es que desde el 25 de octubre llegaron a Ushuaia científicos y militares de Estados Unidos, y desde el 31 de octubre estaban en el lugar una nave y aviones de la NASA.