En esta vida que nos ha tocado vivir no existe ni “tantico así” de perfección. En el campo de batalla, tampoco. Justamente, es el combate diario el que hace brotar el talante del líder que se entrega a la contienda y que trasciende más allá del tiempo debido a su desempeño en la consecución de objetivos superiores como lo son la independencia de una nación. Esa, a mi entender, es la razón que eclipsa las contradicciones ocasionales que surgen entre los hombres. De dioses no tenemos ni el nombre, y como seres que nos forjamos por circunstancias disímiles y experiencias vitales diversas, no es de locos imaginar que no existan discrepancias entre nuestros caracteres.
Me cuentan que “colisionaron” alrededor de tres veces. La primera fue en la década del 80 del siglo XIX. Un malentendido, un comentario de “acate la orden del general” a aquel joven con capacidades únicas para aglutinar y levantar a las masas, pudo haber sentenciado al plan Gómez-Maceo.
Ya durante la guerra del 95, las desavenencias fueron otras. Dos proyectos de desembarco llegaron a las manos del Apóstol. El del hijo de Mariana era el más costoso en el contexto del fracaso del Plan de la Fernandina. La situación económica del PRC no le daba la razón al general Antonio. Por eso la respuesta de Martí fue precisa ante el capricho del jefe mambí: “El patriotismo de usted que vence a las balas, no se dejará vencer por nuestra pobreza. (…) El ejército está allá. La dirección puede ir en una uña. Esta es la ocasión de la verdadera grandeza.”
Por último, queda uno de los momentos de mayor incertidumbre en la historia de Cuba. El misterio de las páginas arrancadas del diario y la famosa “galleta” son solo algunas de las teorías que rondan la reunión de los tres jefes de la guerra en la Mejorana. La incertidumbre en torno a lo que se discutió en ese lugar fue sosegada por el intransigente Maceo, quien posterior a la reunión, mandaría a buscar a Martí y a Gómez para que se les recibiese con una gloriosa revista militar, la cual dejó atrás todo desaire ocurrido ese día.
Sin embargo, no todo fue choque de titanes entre estos hombres. En 1882, ambos se intercambiarían sendas misivas. En la primera, el hijo de peninsulares le diría al héroe de Baraguá que no conocía a soldado más bravo ni cubano más tenaz (…)ni hombre capaz de conquistar una gloria verdaderamente durable, grandiosa y sólida,que él. Mientras que el hijo de león y de leona ante la obra creciente del visionario del 95, solo tendría palabras para titularlo, con total franqueza, como su amigo, porque siéndolo de la causa de Cuba quería serlo también de él.
Asimismo, días después de haberse entrevistado en Costa Rica en 1893 y de recibir su apoyo resuelto, Martí publicó una semblanza sobre Antonio Maceo: “Jamás parece que aquel hombre pueda, con su serena pujanza, afligir u ofender, por sobra de hecho o parcialidad de juicio, la patria a quien ama de modo que cuando habla, a solas con el juramente, de la realidad de ella, del fuego que arde en ella, la alegría le ilumina los ojos, y se le anuda en la garganta el regocijo: está delante el campamento, y los caballos galopando, y se ven claros los caminos. Es júbilo de novio.”
De hecho, si analizamos las convergencias en sus ideales, encontramos varios puntos de contacto como fueron el rechazo al racismo, al autonomismo y al anexionismo; la necesidad de mantener buenas relaciones con el resto de los pueblos del mundo, en especial los de América, y de fundar un partido político para organizar y guiar la guerra en Cuba; así como la búsqueda de unarepública democráticacon todos y para el bien de todos. Por ello, en el sentido más importante, en el de los principios, en sus concepciones sobre la estrategia revolucionaria, primó siempre una unidad absoluta y eso es lo más importante. No por gusto se perdieron dos de los jefes de la Revolución entre 1895 y 1896.
A los hombres y mujeres de las guerras de independencia se les podrá analizar desde la óptica de los más diversos criterios, pero siempre estará presente el agradecimiento de todos los cubanos.Luego, a manera de epílogo de los mambises del 68 y del 95 quedaron estas palabras del general Calixto García: “No tema usted acusarnos y pintarnos como fuimos, con nuestros grandes defectos y con nuestras pequeñas virtudes. La posteridad dispensará los primeros y sólo recordará las segundas, teniendo en cuenta que hemos sufrido bastante para merecer el perdón.”