El Béisbol en Cuba. Orígenes (I)

Durante la segunda mitad del siglo XIX, crecía en la burguesía criolla el rechazo al dominio español sobre la Isla. Uno de los sectores sociales donde más se evidenció el incremento del sentimiento anticolonial y nacionalista fue la juventud, partícipe de movimientos con ansias independistas. Ante esta realidad, las autoridades coloniales arremetieron con furia contra cualquier actividad que pudiera parecer sospechosa o atentara de alguna forma contra la metrópoli y el control español sobre Cuba.

Este contexto convulso, impulsó a varias familias criollas acaudaladas a intentar alejar a sus hijos de esta situación de incertidumbre e inconformidad imperante en Cuba, y para ello, los enviaban a realizar sus estudios a los Estados Unidos de América, donde la educación era más barata que en Europa y, además, no se encontraban tan apartados del seno familiar.

Precisamente, estos jóvenes cubanos que estudiaban y vivían por un período determinado en ese país, adquirieron algunas costumbres y tradiciones propias de la nación norteña. De esta forma, se ponen en contacto con el Base Ball (béisbol, en español), deporte derivado de juegos ingleses de gran aceptación y seguimiento en la sociedad estadounidense.

Los primeros jóvenes que regresaron graduados a Cuba, trajeron consigo los implementos y fundamentos del deporte que practicaron en el país donde estudiaban para poder disfrutar de este pasatiempo en su tierra natal. Dentro de estos pioneros del béisbol cubano encontramos a los hermanos Nemesio y Ernesto Guilló y Enrique Porto. Asimismo, con el regreso a la Isla de otros jóvenes habaneros y matanceros en la medida que terminaban sus estudios, se organizaron en ambas ciudades juegos de béisbol cada vez con mayor frecuencia y con creciente aceptación en la sociedad criolla adinerada, la cual apreciaba las virtudes físicas que este deporte aportaba a sus practicantes, considerándolo superior a las crueles y sangrientas corridas de toro que proponían los colonizadores españoles.

A pesar de su creciente éxito, en 1869, fue suprimido el béisbol por decreto del gobernador y capitán general de la Isla, ¨por estimarlo un juego antiespañol, insurrecto, que como asunto tendencioso yanqui venía a sembrar el desamor a España¨. No obstante, en 1874, se efectuó en los terrenos del hoy estadio Palmar de Junco, el primer partido oficial de béisbol entre equipos de La Habana y Matanzas, con gran acogida de público y de la crítica especializada de la época.

Como parte de ese creciente sentimiento antiespañol, patriótico, y el desafío a la metrópoli que representaba su realización, muchos de los partidos del nuevo deporte concluían con una cena y un baile a ritmo de danzón, música que las autoridades colonialistas consideraban ¨propia de negros y pardos matanceros y cuya manera de bailar la catalogaban de ¨lasciva y contraria a las buenas costumbres¨.

Bajo estas circunstancias, no constituye una sorpresa encontrar asociados a los orígenes del béisbol nombres encumbrados como los de Julián Del Casal, Enrique José Varona o Bonifacio Byrne, cuyo principal propósito era desmontar la casi obligatoria tradición española y desarrollar nuestra propia identidad cultural basada en lo autóctono y en la originalidad. En tal sentido, el propio Varona en sus discursos habla de lo atractivo del nuevo deporte y lo cataloga como:

¨Una diversión de mucho beneficio para la juventud cubana, necesitada de hombres fuertes y vigorosos, alejados del vicio de los deportes bárbaros españoles, capaces de integrar las elites dirigentes de una patria futura. Quien dice hombres fuertes dice hombres libres¨ (López, Béisbol y Nación en Cuba, 2015).

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