El Béisbol en Cuba. (1902-1959) (III)

Resulta inevitable que, en un país inundado por equipos, la pelota contara con un gran aparato de propaganda para su difusión. Entre los periodistas y gacetilleros que comentaban los partidos y el desarrollo del béisbol en Cuba encontramos a Pablo de la Torriente Brau, quien escribió sendas crónicas para las páginas deportivas de las revistas habaneras Carteles y Bohemia. Otro gran cronista del béisbol fue José Lezama Lima, quien escribía ensayos para el Diario de la Marina de diversas temáticas y personajes habaneros, que en ocasiones estaban dedicadas a sus ídolos del béisbol. También es necesario dedicar un espacio en este apartado a Raúl Roa, quien fue un gran aficionado de la pelota y nos ha dejado textos antológicos dedicados al deporte de las bolas y los strikes, recogidos en su libro Retorno a la alborada (1964).

Como se puede apreciar esta conexión entre literatura y béisbol tuvo entre sus protagonistas a figuras descollantes dentro del ámbito político y cultural de Cuba, que se encontraban estrechamente vinculados no solo al movimiento, sino al pensamiento más revolucionario de la época, que, por supuesto veían al béisbol como parte indisoluble de la identidad nacional, reflejo más genuino de lo verdaderamente cubano.

Igualmente, en este período histórico el béisbol se encontró ampliamente vinculado a los ideales más progresistas y las luchas por la independencia y la reivindicación de una república que avergonzaba a cualquier cubano digno y honesto. Los partidos de pelota fueron escenario de la lucha clandestina de los jóvenes contra las sangrientas dictaduras y la corrupción de los gobiernos cubanos, además, fueron espacio propicio para repartir volantes con propagandas revolucionarias a los presentes, pronunciar consignas a favor de un cambio necesario y denunciar los males e infortunios que aquejaban a la República.

La expresión más alta de este vínculo entre el béisbol y la rebeldía contra el régimen imperante en la Isla, se ve materializada en los sucesos del 4 de diciembre de 1955, protagonizados por los jóvenes de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), liderados por José Antonio Echeverría que irrumpieron en un partido del campeonato invernal cubano entre Habana y Almendares que se celebraba en el estadio del Cerro con transmisión televisiva de alcance nacional, para manifestarse en contra de los desmanes de la tiranía batistiana. En esta acción se debe destacar la actitud asumida por el árbitro Amado Maestri, quien impartía justicia en el desafío y protegió a los jóvenes ante la brutal represión de los esbirros batistianos.

Una vez más, la pelota cubana está relacionada con los aires más renovadores de la época que encuentran en ella un medio de conexión con la esencia de lo cubano y de expresión de inconformidades, anhelos y rebeldía.

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